Señoras.
Señores.
Hace apenas un mes que escribí Ermitaño paranoide #2, una entrada sobre mi resquemor hacia los smartphones y la nueva dirección del mundo de la telefonía móvil.
Tengo un smartphone ahí al lado.
Veamos. No, no se lo niego; me he vendido. Como lo oyen. Me he dejado deslumbrar por el lujo y la vanidad y he desechado todo ese aire de rebeldía y libertad. He cogido un smartphone, con tarifa de datos, claro, y sólo me falta instalar facebook para terminar de cambiar de capa.
Pero déjenme poner sobre la mesa un par de argumentos antes de prender la pira.
Una de las cosas de las que me quejaba era el coste asociado a estar en la onda. Para remediarlo, he buscado la tarifa más barata y espero que esto no me suponga un problema a largo plazo.
También me quejaba de la figura del autoantisocial. Bien, está en mis manos no acabar uniéndome a ellos. Haré todo lo que pueda, aunque visto lo visto pasado mañana seré un fiel converso.
Lo que más me rechinaba era la pérdida de privacidad. En ese aspecto he abierto las puertas de mi casa y regalado las llaves aleatoriamente. Las aplicaciones te piden una barbaridad de permisos para funcionar, flagrantes en su mayoría, pero si no aceptas te quedas con un bonito cacharro táctil que hace bien poco.
Pero lo que me hizo cambiar de opinión, lo que de verdad provocó el cambio tan radical, fue un pensamiento nostálgico. Hace 10 años, si te pedían el número del móvil y no tenías no existías. Hace 5, si no tenías correo electrónico tu vida social y comunicaciones se veían gravemente limitadas.
Hoy, si no tienes un smartphone estás definitivamente out.
Soy el último en enterarme de que tengo que dirigir una partida de rol, soy el último en enterarme de que hemos quedado en tal sitio, estoy apartado del cotilleo local. Me siento cada vez más alienado, sin esa herramienta mágica que suena cada dos por tres y que tanta alegría parece transmitir.
Pues no seré el último que resista, no seré el espartano, no seré el numantino. Me he rendido y me he unido a la gente in, al presente.
Y el jodido aparato se calienta un huevo.
Yo voy a aguantar todavía una temporada pero tienes razón en que si tu grupo social se ha amoldado al smarthphone tienes que unirte a la fiebre.
ResponderEliminarajajajaj, que grande eres manu, ya veras que poco tardas en odiarlo, con el "simpatico" de samu al otro lado, solo vas a pensar en si deverias reventar el movil o bastaria con quitarle la bateria. jajajaja
ResponderEliminarY además Laura podré meterse aún más conmigo, Jorge >_<
ResponderEliminarSamu por ahora no me ha pillado por banda... creo que está esperando a emboscarme.
Puedes tenerlo como yo, que usas el whatsup y, si acaso, ver el twitter en el metro. Quitando eso no se hacer nada más con mi pisapeles táctil.
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