En primer lugar, la gente que llegue a este blog y sea sensible, que se largue ya mismo.
En segundo lugar, Steve Jobs no ha muerto.
Es extremadamente fácil creer lo contrario. Todos los medios lo dicen, toda la gente lo comenta. Eso, por supuesto, es parte de su plan.
Dicen que el señor Jobs era un genio, un visionario. Dicen que era la rehostia. La verdad es que yo nunca tuve una opinión formada de él, sólo lo usaba para meterme con mis amigos fanboys de Apple. Pero la gente que sabe le alaba y se apena de su muerte (aunque no todo el mundo, el creador de GNU, software libre, se alegra de que desaparezca su influencia). Demasiado bueno para morir. Y ahí está la verdad.
Será un santo o un íoputa, pero es listo. Es listo y sabe que nada dura eternamente, ni siquiera una compañía con una legión de zombies comprando sus productos una y otra vez (no está de moda tener repetido el MacBook Air?). Así que ha decidido desaparecer del cotarro ahora que Apple está en su punto álgido. Como buen empresario ha cogido una cantidad de dinero que no podría gastar ni en dos vidas y se ha ido con otros grandes de la Historia, como Elvis, Freddy Mercury, Kennedy o Hitler*. Antes del batacazo del iPhone 4S, antes de que HTC les desbanque, antes de que la gente empiece a pensar. Steve Jobs no ha muerto, ha vendido su muerte.
Un epitafio en la página de Apple, sencillo y práctico, como la filosofía de la empresa. ¿Dónde están las fotos del cadáver? ¿Y el informe de la autopsia? Aunque todo esto, de aparecer algún día, estará obviamente falsificado. Y mientras ahí está él, en una isla paradisíaca (con acceso a internet) escuchando a Elvis en directo. Nos la ha colado bien.
Así que ya estáis avisados. No caigáis en esta artimaña propagandística y, cuando os crucéis con un tipo flaco, medio calvete y con gafas en algunas vacaciones en Hawaii, acordaos de esta entrada. Y hacedle una foto.
Hago una concesión a mi socio Pablo, que me pide que comente mi opinión sobre otro fenómeno: los muertos que no saben que están muertos. El mismísimo Mick Jagger, sin ir más lejos. Murió hace dieciséis años, de insuficiencia cardíaca, pero se niega a creerlo. Y ahí le tenéis, haciendo giras y vendiendo discos con un desparpajo que puede llamar a error. Ese hombre está muerto, y alguien tiene que hacerle entrar en razón. Es lo mejor para todos; no seguirá prostituyendo su carrera y dejará de preguntarse qué es eso que le sale de las orejas después de un buen concierto (el lóbulo parietal, me temo).
Otros personajes en similares situaciones son mi profesor de Percepción y atención, la reina de Inglaterra (espero que no me cierren el blog...), Súper Mario y la carrera de Mel Gibson (vale, chiste fácil). Estáis avisados.
* Nota para personas con poca inclinación a la ironía y bobos en general: esto es una broma. No estoy alabando al Führer ni hago exaltación del nazismo. Eso sí, que me aspen si Elvis no merece seguir vivo.
Eh eh eh eh no se meta usted con Mick Jagger. Una entrada genial, salvando eso, claro.
ResponderEliminarEres un crack manu, no hay mejores post que los tuyos, me parto con ellos
ResponderEliminarMe alegro, hombre! Ya sabes, cuando estés alicaído pásate por aquí a echarte unas risas. Eres más que bienvenido.
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